La gabiota Fernanda

Wanderlino Arruda

Allá en la superficie del cielo azul brillante, intentando a toda costa mantener sus alas en una curva dolorosa, la gaviota Fernanda levanta el pico a treinta metros de altura. Y vuela. Vollar es tan importante como vivir, comer, por lo menos para Fernanda, una gaviota que piensa y siente el sabor del infinito.
Una gran verdad, cuesta muy caro pensar diferente al resto del bando, pasar días enteros solo volando, solo aprendiendo a volar, lejos del lado común de los mortales, aquellos que se conforman con lo que son, en la pobreza de sus limitaciones.
Para Fernanda es diferente, evoluir es necesario, vivir el brillo de las estrellas, analizar de cerca el paraíso, respirar aires más leves y más afables. Vivir es conquistar, no limitar lo ilimitable. Siempre habrá algo que aprender. Siempre.
Mirar de frente, alcanzar la perfección, gustar mucho, pero muchísimo de lo que se hace, he ahí el secreto de Fernanda. Sólo porque existen gaviotas que no tienen las mismas ideas, que no arriban a raciocinios idénticos, no es un problema para Fernanda. Aunque sea apenas una entre un millón, teniendo que recorrer un camino casi infinito, Fernanda sabe mucho, tiene la intuición de que en la vida hay algo más que comer, tener una posición importante, ser amado o criticado: vivir es luchar.
Una, cien mil vidas, diez mil! Hasta llegar a la perfección, a la vida victoriosa del eterno aprendizaje, porque ningún número es límite.
A nadie le es permitido dejar de aprender, y no había sincero significado para andar más allá de la voluntad y del amor.
Pasa el tiempo, pasan los lugares, pasan o no nuestros semejantes; pero Fernanda va adelante, vuela, aprende, entrena, paira sobre lo común del vivir cotidiano. El destino es el infinito, el camino está en las alturas! Todo espontáneo, todo natural, pues quien se ilumina cumple la misión de la luz, válida para sí mismo como para todas las criaturas.
Lo maravilloso del amor es su profundo poder contagiante. Lo que es válido para Fernanda vale para todas las gaviotas. El sentimiento es el santuario y su paz se refleja y fluye incesantemente. La fe testimoniada en el esfuerzo evolutivo es la bendición de las dádivas de amor. Ella aclara y edifica mejorándose, mejora a quienes perciben su trayectoria.
Interesante, aunque sea para una gaviota voladora!

Mientras más Fernanda entrenaba sus ejercicios de bondad, más trabajaba para comprender la naturaleza del amor, más deseaba regresar a tierra, estar entre los suyos, ser rodeada por los de su bando, por aquellos que no ven más allá de la punta de su bando, por aquellos que no ven más allá de la punta de sus alas! Lo que vale es mostrarles el paraíso!
Uno después de otros, muchos, todos algún día llegarán a volar.
Todos volarán porque volar es muy bueno.
Francisco Coutinho Gaviota, Martiño Gaviota, ya viejos hoy, nuevos mañana, no importa, lo que vale es caminar para el infinito, iluminarse con la luz que ilumina a la propia luz!
Excelente experiencia la lectura del libro "Fernando Capelo Gaviota", lectura de letras y lectura de imágenes, pues no existe volumen más ilustrado.
Mientras yo leía y volaba con Fernanda, sentía el friecito de las alturas y la transparencia de la infinitud de los espacios, me recuerdo el por qué los chinos colocan a los hombres tan pequeñitos en sus pinturas, principalmente en las panorámicas.
Es que resulta preciso limitar su valor ante la naturaleza, hacer reconocer su pequeñez en el paño de fondo de la vida.
Subir una montaña, o volar, limpia el pecho humano de una multitud de ambiciones superfluas e innecesarias. Sintiéndose pequeño, tornándose grande, en la grandeza de la humildad.