Maestro Konstantin Christoff

Wanderlino Arruda

Fue en 1974 en una de las charlas con Konstantin que surgió la idea de una feria de arte en Montes Claros. Feria o exposición al aire libre, en una plaza, un dia de sol, todos los artistas juntos, arte y artesanía. Una asociación organizada, pero sin etatuto, sin presidente, sin secretario, sin tesorero, sin dirección. Todos iguales, uno al lado del otro sin lugares escogidos.
Claro que con disciplina, pero con la disciplina de la amistad, del compañerismo, de la consideración, nadie mandando a nadie.
Lo que más Konstantin pidió fue que nunca pensaramos en registro. Tenía que ser una sociedad libre, para que los artistas pudiesen entrar y salir sin pedir permiso. ¿Quiere exponer? Aparezca en el local y en el horario y todo bien. ¿Para qué la inscripción?
Un único cargo, nada más que uno, apenas el coordinador, porque por lo menos se necesitaba de alguien para dar informaciones. Discutidos los nombres, acabé siendo ese “alguien”. Pero sin votación. El me indicó.
No es la feria de arte el recuerdo más antiguo que tengo de Konstantin, pues amigo siempre fue desde mis tiempos de estudiante en el Instituto Norte Minero, estudiantes pasando frente a su casa, en la Calle Don João Pimenta, y él dando consejos, hablando como un hermano, tenía una consideración muy cariñosa con los jóvenes.
Me recuerdo de él haciendo ilustraciones para revistas de Montes Claros y de Belo Horizonte, o de vez en cuando colaborando con ediciones conmemorativas de algo en los periódicos de la ciudad. Me recuerdo del médico serio y famoso en la Santa Casa, cirujano del mayor respeto.
Me recuerdo de la gran admiración que las muchachas casamenteras sentían por él, un relampago rubio, de cabellos largos sin ser más, barba europea ariana, ojos claros, el perfil de un posible marinero vikingo, finacieramente ya bien establecido en la vida, el tipo de yerno que toda futura suegra desearía para su hija.
La vida continúa y Konstantin Christoff también continúa en la história de Montes Claros. Siempre admirado, siempre amado, un ícono de nuestras artes mayores: la pintura, la escultura, el diseño, cada día más competente, cada temporada con más estudios teóricos acumulados, sabedor de todo, estimulando a los jóvenes, criticando a los viejos, sugiriendo siempre. Una enciclopedia de las artes y de sus valores.
Como era gratificante estar viendo al mismo tiempo a Konstantin y a Godofredo Guedes en el estudio de Godo en la Calle Ruy Barbosa. Uno completaba al otro Godofredo, un clásico, pone todo el academicismo que todavía es poco, selección rigurosa de la escritura, de la izquierda a la derecha, de arriba para abajo, como hoy fuese una moderna impresora colorida de computador. Godo nunca hacía concesiones con los detalles, por mínimos que fuesen.
Konstantin, por el contrario, no, un revolucionario, un iconoclasta, nada de detallismo, nada y colores obedientes, el trazo rápido, casi un simplismo juguetón, a veces, hasta inclinado hacia la caricatura.
Para Godofredo, Konstantin era un loco genial, un anarquista. Pero, como lo admiraba!
El tiempo para y siempre Konstantin es un vencedor. Alguien más que un maestro. Una firma suya es capaz de hacer una hoja de cartulina o una tela en blanco ser consideradas obras de arte.
Un mágico fenomenal. Ayer y hoy bien aceptado, con exposiciones suyas en las mayores ciudades de éste y de otros países, se tornó un bien visto por la prensa especializada. ¡Es nuestro orgullo!
¡Ahora, que expones y se expone en la Plaza de Eventos del Shopping Center de Montes Claros, reciba mi abrazo, de un amigo y hermano, Konstantin Christoff!